Cognoscere

¿Pueden mis ojos ver la realidad tal cual es? ¿Por qué lloran cuando me habla? ¿Es la realidad la dueña de mis ojos? ¿Por qué soy la única que no puedo verme?

Es extraño que creamos que nadie puede entendernos mejor que nosotros mismos cuando jamás nos hemos visto. ¿Somos como nos vemos en el espejo? ¿Realmente somos esa persona que se nos representa? ¿Cómo podemos saberlo? Nuestra imagen reflejada en una foto no es la que se refleja en nuestros ojos cuando nos miramos. Qué visión es la correcta: ¿la que ven tus ojos o la que ven los míos al mirarme? Nunca podremos vernos directamente, siempre necesitaremos un traductor. Seremos un mero testigo de nuestra vida que no podremos identificar; una mente que se instruye y se piensa a sí misma como un ente único e irrepetible.

Me gustaría poder mirarme directamente a los ojos y descifrar mis pupilas por mí misma pero sé que, de abandonar mi subjetividad, nunca podría entenderme. Estamos condenados a permanecer ausentes a nuestra propia imagen.

Pero, ¿qué hay de los demás? Nadie nos ve de igual forma. Son los ojos órganos caprichosos que inventan la realidad que queremos ver, pero que no es. Es la mente la diseñadora de nuestra moral y de nuestra estética. Ella es la arquitecta de nuestro tiempo en el espacio que no encontró un lugar para la verdad.

Pienso, luego existo, pero ¿dónde pienso? En qué lugar nace mi razón y despierta la sed de conocimiento; el ansia por destronar todos los interrogantes y conquistar la belleza del mundo.

Una imagen vale más que mil palabras solo sirve cuando la memoria tiene prisa y le urge saber/conocer. Pero ni una imagen vale tanto, ni una palabra es suficiente. No basta con crear un lenguaje. No es el camino lo que me conduce a pensar, soy yo, desde dentro. Sin necesidad de hablar, ni de tatuar el pensamiento con tintas perpetuas y resecas, simplemente soy yo quien da el primer paso, sin agentes externos. Aun cuando mis ojos no pueden ver y permanecen en estado de soñolencia eterna, yo quiero saber. Y esas ganas no las busques fuera de ti porque solo están en mí.

Las imágenes, el lenguaje, la existencia, todo es fruto de nuestra razón y nada le interesa salvo ella misma. No es la imagen el origen; ni la palabra la razón, es nuestro ser: una leyenda abstracta a la que no le importamos. Simples sujetos que transportan la incertidumbre eterna. Cuerpos obligados a seguir viviendo por tal de darle más tiempo a nuestro señor: un ente que existe y que no existe por igual; que jugó a ser Dios ofreciéndole a Adán, nuestro cuerpo, la estética de Eva.

Y así nos entretenemos día a día forjando la idea absurda que nuestro cuerpo es quien hace camino al andar.

<<Entretente cuerpo mío mirándote al espejo y deja que sea yo quien persiga la verdad >>.

Anabel Gil Cabrera